, abril 26, 2024

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MIGUEL MARÍN, la razón por la que le seguimos diciendo grande al CRUZ AZUL (1968-1981)


  •   20 minutos
MIGUEL MARÍN, la razón por la que le seguimos diciendo grande al CRUZ AZUL (1968-1981)

En este canal hemos dedicado videos a los más grandes exponentes de tres de los cuatro grandes clubes de nuestro futbol. Chava Reyes, Carlos Reinoso y Cabinho cimentaron las bases de la inmensa historia de Chivas, América y Pumas, respectivamente.

Pero si de Cruz Azul se ha de hablar, hay un personaje del que sólo su nombre es suficiente para descubrir por qué La Máquina se sigue sentando en la mesa de los mejores clubes mexicanos, a pesar de los resultados en los últimos 40 años, el mismo tiempo que han vivido sin su más legendario guardameta.

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José Miguel Marín Acotto nació el 15 de mayo de 1945 en Río Tercero, de la provincia de Córdoba, Argentina, aunque su infancia la vivió en Rosario.

Creció trabajando en verdulerías de su barrio, al tiempo de desarrollar ese amor inédito que tienen los porteros hacia una posición que no cuenta con la gloria del gol y que sólo tiene la pelota de vez en cuando durante los partidos.

Uno de sus jefes en el trabajo lo llevó a una prueba a Buenos Aires, específicamente con el equipo de Vélez Sarsfield. A pesar de recibir ocho goles, el histórico entrenador Victorio Spinetto decidió aceptarlo con El Fortín a los 14 años.

Debut de Miguel Marín

Su debut en el profesionalismo llegó el 9 de agosto de 1964 en la victoria contra Huracán, después de una lesión del titular Rogelio Domínguez, ex portero del Real Madrid.

Tuvo que luchar con el veterano durante un par de años para hacerse de un puesto en el once inicial. Cada vez que le tocaba defender los postes sumaba otro grado de ilusión a los aficionados fortineros, quienes veían en el cordobés un rayo de esperanza para alcanzar su primer campeonato.

Con los de la V impulsó sus particulares características. Alcanzo el metro con 84 centímetros y sus 84 kilos de peso lo convertían en un muchacho fornido, imponente, con un físico más de jugador de rugby que de futbol.

Sin embargo, sus habilidades atléticas no equivalían a lo que uno imaginaría al ver a un hombre tan grande. Su poderoso resorte y su capacidad de posicionarse dentro del área, además de unos reflejos felinos impactantes y esos ojos claros de párpados caídos llevaron al primero de sus icónicos apodos. El Gato Marín se colocaba como un prospecto muy interesante para el futuro del futbol argentino.

Tokio 1964

Sólo un par de meses después de su estreno futbolístico fue convocado a la Selección Juvenil de Argentina que participaría en los Juegos Olímpicos de Tokio 1964, en donde no podrían pasar de la primera fase, sobre todo por la gran remontada del equipo local sobre la albiceleste.

En 1966, a los 21 años, se afianzó como titular de Vélez. Se convirtió también en un gran atajador de penales y acostumbró a su afición a volar de poste a poste, lo que incrementó su popularidad entre los velezanos.

Los de Liniers no estaban acostumbrados a ganar títulos, por lo que llegar a las semifinales del Torneo Metropolitano de 1968 fue algo muy importante.

Campeonato Nacional 1968

Sin embargo, la gloria llegaría a finales de ese mismo año, durante el Campeonato Nacional que se jugaba a puntos.

Se dio una lucha encarnizada entre Vélez, River Plate y Racing, donde las tres escuadras finalizaron con 22 puntos. En esa época no existía el desempate por diferencia de goles en Argentina y todo se definió con un triangular.

Empataron a unos con River en el partido donde se dio un evento histórico para el futbol argentino, conocido como la “Mano de Gallo”. A 10 minutos del final del partido Jorge Recio remataba para dejar parado a Marín, pero justo antes de que entrara la bola el lateral Luis Gregorio Gallo se lanzó con la mano izquierda para desviar la pelota.

El árbitro no concedió el penal y Vélez logró sumar el puntito que le ayudaría para alcanzar la hazaña.

Y es que una semana después los velezanos visitaban el Gasómetro de Racing y se llevaban una victoria por 4-2, con lo que conseguían su primer título de la Primera División Argentina. Miguel Marín levantaba así su primer trofeo liguero, aquel 29 de diciembre de 1968, iniciando también su extraña y casual relación con el doceavo mes del año.

Tristemente sólo fue seleccionado nacional durante cinco partidos, entre 1967 y 1971 Pudo asistir al Mundial de 1970, pero Argentina fue eliminada a manos de Perú y Bolivia. También se dice que Vladislao Cap se arrepintió de no llevarlo a Alemania 1974, aunque es una anécdota incomprobable.

Metropolitano 1971

Pudo repetir el campeonato en el Metropolitano de 1971, ya afianzado como un gran pilar del Fortín a lado del cañonero Carlos Bianchi con sus 36 goles, pero luego de una gran racha de victorias, perdieron en las últimas dos jornadas contra Racing y Huracán, por lo que el Independiente se llevó un inesperado campeonato.

Todavía participó algunos partidos del Nacional 1971, pero en diciembre un directivo mexicano llamado Guillermo Álvarez Macías arribaba a Buenos Aires con la intención de comprar a Bianchi.

Sin embargo, el legendario reclutador americanista, Panchito Hernández, le había pasado el tip de que un joven portero estaba destacando de manera importante con Vélez. El padre del infame Billy Álvarez intentó llevarse a Carlos y Miguel en paquete, pero por la edad el primero no podía salir.

No obstante, se regresaba a su casa con un guardameta absolutamente desconocido para la afición mexicana, pero que iba a ser absolutamente recordado con nostalgia en Liniers, donde no se vería otro título sino hasta 1993.

En Vélez Sarsfield, Miguel Marín fue un enorme ídolo que jugó 225 partidos en ocho años.

Miguel Marín en Cruz Azul

Se mudaba entonces a la Ciudad de México, luego de un traspaso de 30 mil dólares, que al cambio de hoy serían unos 193 mil, irrisorio para nuestros días, por supuesto, pero una fortuna para los inicios de la década de la música disco.

Prácticamente bajaba del avión y ya se ponía los guantes en esas manos de dedos rotos, machacados por los balonazos de la vida, como decía el Gato. Debutaba en México el 25 de diciembre de 1971 ante las Chivas, a dos días de su llegada.

A pesar de arribar a media temporada, inmediatamente se adueñó del puesto titular y enseguida comenzó a llamar la atención de los aficionados azules que venían de un par de campeonatos.

Contrario a lo que el imaginario colectivo recuerda, tardó varios años en ponerse aquellos suéteres a rayas. Sus primeras temporadas las jugó con sudaderas de un solo color: rojas, verdes y celestes, como las que usaba en Vélez.

Esto acompañado por unos shorts diseñados para jugar tenis, con bolsas para las pelotas  y toda la cosa.

Y es que Miguel Marín tenía una curiosa teoría: él decía que los uniformes de porteros tenían que ser llamativos, chillantes.

Esto para que cuando los delanteros levantaran la vista del balón, lo primero que enfocaran en la portería fuera la figura del guardameta e incluso el argentino aseguraba que tiraban directo a su posición debido a ello. Habría que preguntarle a Jorge Campos qué tan de acuerdo está.

Temporada 1971-72

La campaña 71-72 era la segunda en que el campeón del Futbol Mexicano se definía con un sistema de liguilla, aunque se iniciaba desde semifinales, en donde se enfrentaban los dos primeros lugares de los dos grupos conformados por nueve equipos cada uno.

Cruz Azul tenía en sus filas a gigantes del césped como Fernando Bustos, Héctor Pulido, Cesáreo Victorino y Octavio Muciño, además los recién llegados Marín y Alberto Quintano.

En el sector uno, la Máquina ganaba 34, empataba 22 y sólo perdía 7, con lo que quedaba por encima del América por un punto. Esto los emparejaba con las Chivas.

En el partido de ida los cruzazulinos caían con gol de último minuto del Willy González, en esa temporada en que jugaban por primera vez de locales en el Estadio Azteca.

Sin embargo, de visita tantos de Bustos y Muciño fueron suficientes para darle la vuelta a la tortilla y llegar con muchas ganas a la final a partido único contra el vigente campeón, el América.

Se dice que ese 9 de julio de 1972 a las 12 del día nació el llamado Clásico Joven. Los Cementeros llegaban embalados y estaban listos para pasar por encima de los Cremas como una poderosa locomotora.

Ya desde el principio veríamos los acostumbrados despejes del zurdo guardameta, con la parte externa del pie, tendiditos y directos a la colocación de sus compañeros. Esa tarde sería suya.

Apenas pasarían 10 minutos de juego para que llegara el gol del Cruz Azul. El Centavo Muciño filtraba un balón precioso hacia Pulido, quien de derecha vencía a Prudencio Cortés.

Eladio Vera impactaba al portero americanista y lo dejaba sobre el pasto unos minutos, por lo que los fotógrafos de pantalones acampanados aprovechaban para ingresar a hacer su trabajo dentro del campo.

Victorino volvía a probar al agobiado guardameta y Yamazaki señalaba una falta sobre Borbolla. El Maestro Reinoso intentaba su magia, pero el Gato imponente sólo levantaba la mano para desviar y luego descansar sobre su poste.

Apenas un par de minutos después el argentino volvía a decirle que no al chileno, con un vuelo digno de la historia que apenas comenzaba a escribir. Aunque por poco Borja le gana en una mala salida, Marín no bajó ni un poco en confianza y Cruz Azul menos.

Al minuto 28 Bustos centró de manera impecable con la parte externa y Muciño peinó a la llegada de Victorino, quien sin marca perforó la meta azulcrema.

A pesar de que América insistió en sus avances, sólo transcurrieron 10 minutos para ver el tercero de la aplanadora azul. Con una espectacular pared orquestada entre el Centavo y el talón de las piernas sin espinilleras de Bustos, Cruz Azul se ponía al frente con un desmoralizador 3-0.

El Gato enseñaba que ya nadie le iba a ganar por arriba y luego se vivía la primera polémica en finales. Victorino reventaba la bola de izquierda que se iba a rebotar al travesaño. El asistente señalaba al centro del campo marcando el gol, pero Yamazaki le cambiaba la jugada y señalaba el tiro de esquina.

Pero poco importaba porque apenas arrancando el segundo tiempo Muciño firmaba su doblete y el 4-0 aniquilaba cualquier esperanza de los de Roca.

Esto mató el encuentro y por ahí se vieron algunas atajadas de Marín, pero poco más. Al América sólo le alcanzó para el de la honra, que llegó con un potentísimo testarazo del genial Enrique Borja.

Miguel Marín levantaba su primer título con Cruz Azul, que sumaba así la tercera estrella en su escudo, mismo que no pararía de bordar más y más durante esa década gloriosa.

Copa de Campeones de la Concacaf

Su campeonato les calificaba a la Copa de Campeones de la CONCACAF, en donde se decidía al ganador en un torneo por puntos.

Cruz Azul y Alajuelense empataban en la cima con 8 y se jugaba un partido de desempate en el Azteca, en donde los cementeros apabullaron a los Ticos con un contundente 5 por 1. Con ello se convertían en tricampeones del área.

Para finales de 1972 Cruz Azul viajaba a Argentina a jugar algunos amistosos y entre nostalgias del portero y su esposa, se rumoraba con el retorno del Gato a jugar en su país. Sin embargo, la oferta económica del San Lorenzo no era suficiente ni para el club ni para el jugador y Marín decidía quedarse.

Temporada 1972-73

En esa temporada, la 72-73, los cruzazulinos volvían a ser los mejores del torneo y se calificaban a semifinales como los primeros de grupo y de la imaginaria tabla general que no contaba, pero mucho importaba.

Primero le hacían ver su suerte al Atlas con un global de 4-2 y con ello avanzaban a la final, en donde disputarían el título contra el León que dejó en el camino al Atlético Español.

Ahora sí se jugaba a ida y vuelta, siendo los Panzas Verdes los primeros anfitriones. En un juego cerrado y peleado, los capitalinos se iban arriba con gol de Bustos, pero Rafael Albercht vencía a Marín desde el punto penal.

En la vuelta no se moverían las cosas. El empate a ceros y el global 1-1 orillaban a un juego de desempate que se realizaría en el Estadio Cuauhtémoc de Puebla. Muy tristemente no existe un archivo de video público de ese partido.

León iniciaba ganando con gol de Salomone, pero Cruz Azul reaccionaba con un tanto del Kalimán Guzmán y luego una mano que no se marcaba dentro del área. Nacho Flores daría la primera de sus grandes exhibiciones con los azules y las acciones se irían a tiempos extra, luego de un par de atajadones de Marín en los últimos segundos.

A sólo cinco minutos del final, el idolazo de los Panzas Verdes, Jorge Davino empujaba con la mano la pelota en propia puerta y le daba así el campeonato al Cruz Azul, bajo la fuerte lluvia de la capital poblana.

El Gato Marín ya era un ídolo de propios y extraños. Los niños setenteros crecieron observando con admiración sus increíbles lances, pero también trataban de imitar sus despejes precisos con la zurda y también con ambas manos.

Su inmenso carisma y su bonachona presencia lo convirtieron en un ícono del futbol mexicano y de la farándula en general. Y si se sumaba la humildad, un valor muy apreciado por aquellos años, le encumbraban como una leyenda en activo, viva, poderosa y, sobre todo, ganadora.

Más o menos en aquellos tiempos fue cuando nació su segundo gran apodo. Un diario en Buenos Aires realizó un reportaje y por ahí lo comparó con Superman. Jorge “Che” Ventura, histórico compañero relator del grandioso Ángel Fernández, se lo platicó al genio de la crónica.

Éste sin dudar comenzó a utilizar la idea del superhéroe con aquel cordobés que domingo a domingo dejaba con la boca abierta a la afición mexicana con sus espectaculares vuelos salvadores.

Temporada 1973-74

El Superman Marín continuó maravillando durante la temporada 1973-74. Otra vez su Máquina daba exhibiciones semanales y se mantenía como líder de su sector y de todos los equipos del circuito.

Pero a mitad de temporada sufrirían un duro revés. Luego de que una campaña antes la Copa México no se disputara, los azules buscaban imponer su supremacía ganándola. Su último título había sido de Copa Presidente, en la 68-69.

Después de superar la fase de grupos y eliminar al Laguna en semifinales, el encuentro por el título se disputaría nada más que contra el América, en un partido chispeante y aguerrido. La ida terminaba empatada a unos.

En la vuelta primero Marín hacía lo suyo. Luego el Pajarito cometía un error que aprovechaba Gutiérrez y de primera inauguraba el marcador.

Pero sólo cuatro minutos después y luego de un genial desborde del Maestro Reinoso, Hodge vencía la meta de Marín. Ya en el segundo tiempo y después de un mal pase de Velásquez, el Pata Bendita remataba con su potentísima pierna izquierda y vencía al Gato, que tal vez pudo hacer algo más.

América se quedaba con la Copa y le hacía saber al Azul que, o ganaba la liga, o no tendrían oportunidad de ser Campeón de Campeones.

Este reto por supuesto que fue bien superado por los celestes. Le ganaban a Monterrey por un punto y se apuntaban a la liguilla contra el Puebla.

Los poblanos no pudieron con el bulldozer azul y se comieron un contundente 7-1 global. Eso los emparejaba con el Atlético Español, que había despachado a los regios.

En el partido de ida los Toros se llevaban la victoria por 2-1, en donde el segundo gol fue por una falla de Marín. No obstante, en la vuelta se pondrían las cosas en su lugar.

Primero Horado López Salgado anotaba su gol, aunque parecía que estaba en ligero fuera de juego. La Máquina se iba con la ventaja al descanso.

Al volver la defensiva azul sacaba un despeje que caía en los pies de Estrada, que se llevaba a Trejo y centraba para Bustos Castañeda, quien con toda su calidad llegaba a empujarla al 27'.

Los atléticos poco o nada podían hacer ante la inmensa figura del Superman. Bustos reclamaba un penal y luego Muñante se iba expulsado.

Un Nacho Flores veinteañero recibía un espléndido pase filtrado y con la tranquilidad que sólo tienen los que saben, definía por debajo del guardameta, para marcar el primer gol de toda su carrera como futbolista.

El nazareno señalaba el final del partido y La Máquina celebraba en el césped del Azteca el primer y único tricampeonato de su historia. Tres títulos consecutivos que quedaban para la historia y que colocaban al Cruz Azul a unos pasos de los mejores equipos de todos los tiempos.

Su cetro les permitía acceder al partido que decidiría al Campeón de Campeones. La Máquina enfrentaría a los Cremas en la búsqueda de revancha por la derrota en la final de Copa.

Sergio Ceballos adelantaba al América tras una salida en falso de Marín, que se quedaba a medio camino. No obstante Juan Ramón Ocampo se inventaba un zapatazo de zurda que se iba a esconder en el ángulo del guardameta.

Parecía que el partido se extendería, pero ahora le tocaba equivocarse a Prudencio Cortés y Vera aprovechaba para martillar la portería y darle la vuelta al 85'. Suficiente para adjudicarse el trofeo y dejar en claro cuál era el equipo más importante en ese entonces.

Temporada 1974-75

Para la 74-75 el torneo mexicano volvería a cambiar de formato. Ahora la liguilla se jugaba en un cuadrangular que enfrentaba a los mejores dos de cada grupo, una idea malísima que sólo se usaría ese año, aunque luego vendrían otras peores.

En ese todos contra todos La Máquina se vería perjudicada perdiendo 4 y ganando sólo 2, con lo que Toluca terminaría consiguiendo su tercer campeonato. Sin embargo, el Gato se llevaba su primer premio individual, al ser nombrado el mejor portero de la Primera División.

Temporada 1975-76

Al siguiente año Cruz Azul se comería un escandaloso 7-2 global por parte de Monterrey, que los dejaba fuera de liguilla apenas en los cuartos de final y América se llevaba el título de la 75-76.

Autogol de Miguel Marín

Fue el 23 de mayo de ese 1976 que Miguel Marín cometió su error más grande, que comparado con todas sus impresionantes participaciones bajo la portería, quedaría más como una extrañísima anécdota.

En un partido aburrido y empatado a ceros con Atlante, el portero recibió una pelota de rutina. Intentó hacer su despeje con efecto acostumbrado, pero al ver al delantero atlantista se arrepintió y la pelota se fue a guardar a su meta.

El país entero se quedó anonadado y el Superman dio su explicación

Si hay algo que quizá pudo haberse cuestionado del guardavallas fue su poca disciplina en lo que a entrenamientos se refiere. Pocas veces lo hizo al parejo de sus compañeros y también pocas ocasiones sus técnicos se lo exigían. Mientras atajara todo lo que le llovía, ¿a quién diablos le importaba si tenía el mismo cuerpo que el Santo?

Temporada 1976-77

En la 76-77 era imposible arrebatarle el título a los Pumas guiados por Cabinho, considerado por este canal como el mejor extranjero de la historia de México, seguido por Cardozo, aunque peleándose el puesto con Reinoso y el glorioso Superman Marín.

Temporada 1977-78

La 77-78 la ganarían los Tigres que dejaban en el camino al poderoso Cruz Azul en semifinales. Los aficionados azules ya estaban ansiosos de ganar otro campeonato y sólo habían pasado unos pocos años. Si hubieran sabido...

Temporada 1978-79

Sin embargo, las cosas volverían a buen rumbo en la 78-79. La Máquina ganaba el grupo 3 y avanzaba a la liguilla que también se jugaría por grupos. Ahí superaba al América, Toluca y Atlético Potosino para llegar a la gran final contra los Pumas. Una gran campaña que le valía a Marín obtener su segundo premio como Mejor Guardameta de México.

Fue en este torneo donde veríamos por fin uno de los dos famosos suéteres del guardameta. Rayas blancas, rojas y azules adornaban aquella icónica indumentaria, acompañada por supuesto de sus acostumbrados shorts para tenis.

El Superman salía así ataviado a la gran final de vuelta. La ida en el Olímpico Universitario había terminado empatada a ceros y todo se tendría que definir en el mundialista Estadio Azteca.

Chucho Ramírez disparaba de lejos, pero desviado. lturralde tiraba y Marín tuvo problemas para contener, pero luego le quitó el dulce a Cabinho.

Heredia hacía lo propio y en el tiro de esquina Cornero probaba de zurda. Hugo Sánchez empujaba al argentino y este se quejaba con el árbitro, justo cuando terminaba la primera mitad.

Después de un embrollo en el área, Cruz Azul se salvaba de milagro gracias a López Malo. Los dirigidos por Nacho Trelles empujaron fuertemente y después de un remate al travesaño, Jara Saguier pateó con fuerza el rebote que le cayó a los pies.

A dos minutos del final López Salgado martilló un centro perfecto de Camacho que dejó aniquilado a Olaf Heredia. Un marcador de dos a cero que entregaba a la institución el sexto título en un periodo de 10 años. El mejor equipo de la década de los setenta, al que todavía le sobraba gas para algo más.

Temporada 1979-80

Y es que para la temporada 1979-80 Cruz Azul conseguiría su último bicampeonato. El Gato Marín se pondría su más legendario traje de súper héroe, ese con el que todos lo recordaremos por el resto de la eternidad.

El buzo, como lo llaman los argentinos, era del equipo de rugby San Isidro Club. Las rayas blancas, negras y azules se pegarían a la piel del guardameta argentino y se asociarían para siempre con la imagen de aquel gran hombre que ya tenía encima 35 años, pero que lejos de su mente estaba la idea del retiro.

Los cementeros tendrían que volver a pasar por dos fases de grupos para alcanzar la gran final de aquel año. Los poderosos Tigres de Tomás Boy eran los rivales que querían repetir la gloria de dos campañas atrás.

En Nuevo León los locales tuvieron algunas buenas oportunidades, pero no atinaron a concretar. Cruz Azul desaprovechó un par y el Gato Marín sacó dos de las que ya tenía acostumbrada a su afición.

El único gol del partido llegó con el pie derecho de Rodolfo Montoya de tiro libre, que se comió enterito el atrabancado Pilar Reyes.

El Coloso de Santa Úrsula viviría un encuentro digno de la memoria futbolera, la última gran final de la década de los 70 que enfrentaría a dos equipos sumamente ofensivos y espectaculares. Sería también la última vez que Miguel Marín disputaría un partido por el título con su amado Cruz Azul.

Nacho Flores avisaba a Reyes y luego luego caía el primero. El Chaplin Ceballos robaba una pelota en la banda y mandaba la diagonal para Camacho, quien no dudaba y hacía bailar las redes.

Raúl Ruiz tiraba de lejos, pero era un chiste para el Gato. Los inocentes Tigres se dejaban sorprender con un madruguete de Lugo que cedía para Montoya, quien no dudaba en rematar a Piluco Reyes.

Nacho Trelles observaba el juego con calma, pero los norteños no se iban a rendir. Tomás Boy y Gómez Junco hacían una excelente pared, pero el hoy comentarista se perdía del descuento.

Ceballos probaba a Reyes, que ya no dudó ... tanto. Azuara driblaba y tiraba, pero Marín tapaba. El Patrulla Barbadillo metía gol, pero se anulaba por hacerlo con la mano, poco antes de irse al descanso.

En el segundo tiempo Camacho se comía una clarísima en el área felina y entonces el Gato volvía a salvar a los suyos. Sin embargo, los Tigres recuperaban la bola y se combinaban dentro del área para que Gerónimo Barbadillo firmara el 2-1, que le pasaba apenitas por debajo del brazo al cancerbero.

El asedio amarillo continuaba y otra vez el Superman se ponía la capa para expulsar la intentona universitaria. La Máquina ya no podía aguantar tremenda insurrección y Montoya se sacaba de la manga un bombazo que se escondía en el ángulo superior izquierdo.

Azuara conocía de primera mano los grandes achiques de Miguel Marín, que minutos después volvía a lucirse, repitiendo las mismas actuaciones que llevaba interpretando los últimos nueve años.

Pilar Reyes hacía un Jorge Campos sin que ninguno de los 110 mil espectadores conociera todavía el nombre del acapulqueño que apenas tenía 13 años y que probablemente veía en vivo aquella final.

Por fin los de amarillo tendrían su recompensa a la insistencia. Edú trazaba para el Alacrán Jiménez, quien de derecha vencía al Gato.

La prueba definitiva de que el Brody Campos observaba atentamente ese juego fue que Pilar Reyes se ponía la camiseta de jugador y se iba a jugar a la delantera.

Montoya pudo acabar con todo, pero falló por centímetros. Poco después la historia le daría un poco de fortuna a Reyes, quien de taquito habilitaba a un Juan Manuel Azuara. El potosino no titubeaba y empataba a tres el partido, a pesar de estar en fuera de lugar.

Superman volvía a salvar su meta ante el colocado toquecito de Boy al 87'. Lugo hizo una de genio, pero le falló el último pase. Lo último de los felinos fue una tacleada de Jiménez sobre Cornero y Marín. Marcel Pérez Guevara pitaba y así se concretaba el último campeonato de Cruz Azul en 17 años, hasta que repitieron en el Invierno 97. Después de eso todos sabemos lo que ha sucedido.

Temporada 1980-81

También fue la última copa que levantó el inmenso José Miguel Marín Acotto. Inició normalmente la temporada 1980-81, pero jugó su último partido oficial el 29 de noviembre del 80 ante el Atlante.

El 9 de diciembre, justo en la entrega de los Premios Citlali en donde era galardonado como el mejor portero y el mejor jugador de todo México, el argentino sufría un desmayo y un posterior paro cardiaco.

La criptonita que vencería al Superman se presentaba en la forma de su propio corazón. El cordobés nunca había tenido episodios cardíacos y a sus 36 años la realidad le ponía de frente un muro infranqueable.

En febrero de 1981 era operado en Houston y se le colocaba una vena de su pierna en el corazón, ese que le entregó a tanta gente y que ahora le traicionaba, condenándolo a un retiro inmediato, desastroso, demoledor.

Homenaje a Miguel Marín

La directiva del Cruz Azul no pudo hacer menos que un adecuado homenaje al mejor portero de toda su historia, del pasado y del futuro, por supuesto. Incluso el mejor jugador.

En un partido contra Guadalajara en junio de 1981 arrancaba como titular y recibía la pelota desde la media cancha, para luego tomarla y dar unos pasos y recibir al suplente Ferrero. Con un gesto muy emotivo le entregaba también su suéter a rayas, que por cierto le quedaría muy grande a Ricardo, quien a pesar de ser nombrado mejor portero de la 80-81, fallaría en la gran final ante los Pumas y los cruzazulinos se quedarían con las ganas de un nuevo tricampeonato.

Así se despedía de la Máquina la más importante figura de todos los tiempos habidos y por haber en Cruz Azul. Aquí no aplica la frase de que Miguel Marín marcó un antes y un después en el equipo. No. El Gato escribió el para siempre de los cementeros. El Superman, con esos dedos chuecas, amasó la grandeza de esa institución y lo hizo de manera tan firme que ni siquiera los protagonistas que hoy se atreven a usar la misma camiseta que él, han logrado destruir el mito inventado por el grandote argentino. Y eso que lo han intentado.

Con Cruz Azul, Miguel Marín jugó 309 partidos entre Liga y Liguilla, ganó cinco títulos, una Copa de Campeones de CONCACAF y un Campeón de Campeones.

Miguel Marín D.T Cruz Azul

Intentaría ser técnico celeste para 1982, pero en su quinto partido dirigiendo le soltó un cabezazo imperceptible al árbitro Jesús Mercado, lo que le costó una sanción de ocho meses y el despido de La Máquina.

Después se fue a dirigir a los Coyotes Neza y por poco los califica a la liguilla. Fue entrenador de porteros en el Mundial de 1986 con Bora Milutinovic y tuvo otra aventura con Querétaro, en donde no le fue bien y terminó renunciando.

Fallecimiento de Miguel Marín

Fue justo en esa ciudad, el 30 de diciembre -si, otra vez en diciembre- de 1991, que su criptonita le daría el golpe fatal. Su corazón se detenía por un paro cardiaco fulminante y Miguel Marín, a los 46 años de edad, fallecía.

Se despedía de este mundo un jugador excepcional, que vino a México a enseñarle a los porteros cómo se ejercía su profesión desde el área chica hasta el borde del área grande.

Llegó a nuestro país para demostrar cómo se jugaba con las manos y con los pies, pero sobre todo con el espíritu y la fortaleza. Vino a darle alegría a millones de aficionados setenteros que heredaron a sus hijos y a sus nietos el amor por una institución que desde que se despidió del Gato, no ha sabido cómo corresponder a los suyos.

Un guardameta que no admite desagrado. Todos los aficionados que crecieron observando sus acrobacias coinciden en que fue, es y será el mejor portero de todos los tiempos, le vayan al América, las Chivas o el equipo que sea. Para ellos y para los que saben de futbol no hay cuestionamientos.

Gigantesco, valiente, poderoso, imponente, volador, heroico, salvador, magnífico, increíble. Así fue Miguel Marín, una portentosa Leyenda del Futbol Mexicano.

¿Crees que el Superman es el mejor portero que ha participado en la Liga Mexicana en toda la historia, nacional o extranjero? En tu lista de mejores foráneos que han venido a México, ¿qué posición ocupa? Déjamelo saber en tus comentarios.

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